martes, 26 de enero de 2010

Paraíso Tóxico: Rey, máquina y carne

Acostado sobre unos tablones de madera, en un pueblo abandonado, rodeado por un bosque atravesado por una ruta de rieles muerta, el Rey empieza a conciliar el sueño. Hace tiempo que volvió a los viajes, conviviendo con su destino y su deseo, percibiendo lo horrible y contemplando lo hermoso.
Ya habían pasado más de tres meses desde la última vez que pudo descansar. Siempre es igual, las voces los despiertan y lo hacen actuar. En un mundo tan lleno de maldad y de abuso, mucha sangre tiene que correr y su puño, culpable de poseer carne y sangre roja, está cansado.
El Rey entrecierra los ojos y el motor lentamente deja de revolucionar. Su corazón de metal baja las palpitaciones y su mente humana empieza a actuar. Flotando hacia arriba, escapando de un túnel metálico, la luz de la salida se transforma en un oasis. Y el rey mira extasiado y deprimido, mientras que a lo lejos, en el desierto que lo rodea, el puede ver a un hombre en un caballo galopando sin parar.
“ja ja ja ja lo hice y lo haría otra vez” escucha en su cabeza y sabe que tiene que actuar. Pero alrededor no hay nadie y de pronto duda y no sabe a quien atacar.

Y el rey se aparta moviendo la cabeza hasta sumirse en un sueño profundo, dejando a su cuerpo quieto y muerto sobre los maderos de la vieja estación de trenes, y el telón, nuevamente, se cierra.