jueves, 24 de junio de 2010

Financial Stand

Assholes wanted me to explain
Told me you could do best

I never told them the obvious truth
They are the shit I never care

Mix my self with taki shit
Wanting to belive in love

Don´t you worry tourtured mind
In the truth of the fist
There is revenge

New teconology
In an obsessed smart mind
Is the reason everybody shoud be scare

Cause one day you may wake up
With Purple skies running trough your head

chemical shit is about to explote
You don´t have to own an empire
To eliminate and destroy

There was allways in my mind
A really smart ass.
With two creative hands
And an infernal low ride.

Motherfuckers must pay
They touched heaven with there shit

Survaivors will allways remember this day
Where the assholes
Prisioners of there ego
ended up dead

The general woke up and maked a stand
The hand of doom
King of revenge
Is now here
In his holocaust pay day
And you,
Rober of my truth
Prepare to be tourture
In the game of punishment

Kotrenka I

Lo último que recuerdo es un rostro. Cada vez me iba adentrando más en el bosque, pensando que no me quedaba mucho tiempo, presionando la herida en mi pecho hasta que finalmente me desmayé.
Estoy acostado en una especie de piel suave, tengo el pecho cubierto con una tela o una hoja y me siento mucho mejor que aquella última vez. El clima es húmedo y fresco, empiezo a pensar que estoy en algún pantano y un hombre se me acerca. Es un indio, piel oscura y una mancha azul, un tatuaje en su mejilla izquierda. Me toma de los brazos y me levanto. Por un momento me pregunto si estoy muerto, la herida se cerró por completo, no puedo sentirla ni percibirla de ninguna manera. El hombre me va indicando hacia donde ir, yo camino descalzo y con cuidado entre la maleza, las hojas y los insectos, hasta llegar a un círculo de indios que me observan. Se comunican entre ellos, luego me hacen una seña para que me siente y me dan una hoja con un pedazo de carne asada e hirviente.
Pasan los días y de a poco puedo comunicarme con alguna seña y entendiendo alguna que otra de sus palabras. Kotrenka me dicen. Soy el kotrenka para ellos. El pantano es ciertamente un lugar hostil, pero rápidamente empiezo a convivir mejor con él. Más de una vez rosé alguna planta venenosa o fui picado por algún insecto. Llegué a delirar de fiebre; Recuerdo la imagen de un agujero negro girando al borde de una playa tropical, con una radio en el medio flotando. Pero siempre me recupero, ellos parecen haber desarrollado el medicamento indicado para cada hostilidad del pantano y es extraño como me cuidan y como inmediatamente me aceptaron en su comunidad.
Todavía no se si soy un invitado o que. Realmente aún me cuesta comunicarme.
Caminamos por la selva hasta llegar a un borde de agua donde hay unas canoas, una especie de arroyo sumido en el verde y el ruido de los pájaros y los insectos. Subimos tres por canoa, me miran y me dicen. – Kotrenka, Karumi! – Luego me acercan una lanza.
Mientras navegamos por el arroyo me sonrío. Me sorprende la naturalidad con la que me estoy tomando todo esto. En algunas canoas van niños y niñas con lanzas también. Cuando los veo siento que están en una excursión silenciosa. Y es que vamos sin hacer ningún ruido con las canoas deslizándose suavemente.
– Kerok! Kerok! – grita uno, e inmediatamente dos de ellos se arrojan al agua. Veo como las manos de un hombre se entremezclan con la figura de un reptil. El cocodrilo por unos segundos está sostenido con la panza para arriba y una mujer le clava un filo reiteradas veces a la altura del cuello.
Y llegó la noche, caminamos toda la vuelta arrastrando el cocodrilo con sogas y lo acaban de colgar con dos palos, arriba de una fogata. Los indios empiezan a bailar. Alrededor de la fogata todo está cubierto de hojas y pieles de reptil, y una de las mujeres empieza a servir en vasos de madera la sangre del cocodrilo que empieza a fluir con fuerza de la herida. Los vasos empiezan a ir de mano en mano y nos desnudamos los unos a los otros. Algunas de las mujeres se empiezan a pintar la cara y el cuerpo con esta sangre y pronto nos sumimos en una orgía salvaje y placentera. Los cuerpos se mezclan sin ningún tipo de pudor y nuevamente me veo envuelto en algo novedoso y extraño con total naturalidad.
Los vasos siguen pasando de una mano a la otra, una mujer arriba mío acerca su cara, presionando sus pechos jóvenes y suaves contra mí y luego me convida sangre desde su boca, directo hacia la mía. El cocodrilo sigue ahí arriba, muerto, debajo de la fogata, en medio del pantano y el placer aumenta a cada momento. Entro en un estado frenético de lujuria. De pronto voy de un lado a otro por el pantano corriendo y trepando árboles, sucio de cuerpos y de sangre animal. Hasta terminar totalmente relajado, satisfecho y completo en un rincón, desmayado.
El ritual se repitió tres días seguidos, en este momento el cocodrilo ya está preparado y nos disponemos a comerlo. La carne es deliciosa, tierna y con un sabor ahumado. Durante las tardes me dediqué a fabricar mi propia arma de caza. Intuyo que voy a tener que cazar a la próxima bestia y quiero hacerlo. La sangre brinda cierto poder, cierta fuerza.
Y cada vez me siento más y más sumergido en esta comunidad. Hay camaradería y por momentos soy uno con el árbol más alto y el insecto más diminuto. Las mujeres son cazadoras salvajes, fuertes y tenaces, me cuesta entender como a pesar de todo eso se mantienen suaves y delicadas. No hay gran diferencia de tareas entre un género y otro, no hay verticalismos, no hay cacique ni rey, y sin embargo no hay degeneración en los cuerpos. El hombre es masculino y la mujer femenina.
Mientras contemplo lo que queda del enorme cocodrilo atado por encima de las brazas, me pregunto que mantiene a este equilibrio, que condición diferencia de manera tan crucial al hombre de la mujer, para que los cuerpos, atados a la misma rutina, no se degeneren, ni se parezcan. La luna nos ilumina tan solo como una lámpara sin significado y el sol no parece anunciar mucho tampoco.

Kotrenka II

- Katrunki kine maket, tike make dikane. Lakuti nikan karonke. Katrunki kine maket, tike make dikane, keri kerin tikane dilek tiako ketokent –
Finalmente puedo comprender las palabras, mi cuerpo está marcado con sangre de reptil y chupo frenéticamente el cuello de un cocodrilo recién muerto. La tribu me mira y se desnuda, lo apuñalé y lo aniquilé. Hace rato que el tiempo desapareció y mi mente y mi alma se sienten plenas mientras el reptil muerto me alimenta. La orgía empieza, los cuerpos se revuelcan alrededor mío y de la bestia.
- Katrunki kine maket, tike make dikane. Lakuti nikan karonke, Katrunki kine maket, tike make dikane, keri kerin tikane dilek tiako ketokent;
“El gran reptil es nuestro rey, nuestro señor. Y cuando su sangre y su carne se agotan lo volvemos a asesinar. El reptil es nuestro rey, nuestro señor, y nosotros seremos por siempre sus vitales asesinos. Los hijos del pantano, los ignorantes de lo impedido.”

Miro mis manos ensangrentadas, mi cuerpo estimulado continua el juego. La vitalidad recorre mi espíritu y todo el recuerdo se vuelve claro y aburrido.
Lo último era un rostro, representante de aquel sentido. Una dimensión limitada, que subsiste de una imagen obvia y envenenada.
Y luego el rey rindió su parte. Estúpido y ahora muerto, se rindió ante mi libertad. Me sumerjo en un sujeto, una tribu, un pantano y su verdad. El Kotrenka me han llamado.