martes, 20 de septiembre de 2011

La grasa del patriarcado

Ramón estaba sentado en su sillón, en su living, en su casa prefabricada, en su parcela, alrededor de un campo basto, a casi cuatro kilómetros del centro del pueblo. Eran las dos de la tarde y mientras miraba televisión lustraba una de sus armas con devoción y concentración. Por momentos lustraba con fuerza, y los músculos grandes y desnudos de sus brazos se tensaban y se marcaban. Era una tarde despejada y calurosa, no había ni una nube en el cielo. Ramón salió por la puerta principal cargando su Sniper en su espalda. Mientras el mosquitero se cerraba detrás, su mirada seguía a la bandera colgada al lado de la puerta. Miró el paisaje desolado; pasto, plantaciones y casas prefabricadas, muy parecidas a la de él. – Estas son nuestras casas- se dijo a si mismo, dando un respiro que daba cierto alivio a una angustia pequeña y reprimida que se asomaba por su espalda y hacia su pecho.
Ramón alzó su rifle, y luego de asegurarse que el seguro esté puesto, apuntó. La mirilla daba contorno y dirección a tanta inmensidad, y el se movía de un lado a otro apuntando a palos, arbustos y pájaros en el cielo. Evitaba las casas, ya que a pesar de que su rifle estaba descargado y con el seguro puesto, para él apuntar a un hogar donde vivían personas era algo irresponsable. Y había que ser estrictamente responsable con las armas, él lo sabía muy bien gracias a su entrenamiento militar. En un mundo violento, donde los delincuentes conseguían sus armas de manera ilegal, era un deber estar armado y ser responsable.
Es un día mas para Ramón, las noticias remarcan lo mismo, su camioneta ya está lavada y lustrada, su esposa murió hace años y su única hija ya está lejos, viviendo en la ciudad. El quería en un principio que ella se case y tenga hijos en el pueblo, pero como dice Ramón seguido a su gente y a su cabeza, a veces uno aprende de la manera dura que las cosas no deben ser siempre tal y como nos enseñaron que deben ser. Y es que su hija, con ánimos de seguir el camino dictado por sus padres, conoció a un chico y se enamoró; Iban al colegio juntos y también se graduaron juntos. Un chico agradable, con buenas notas, su padre era el dueño de una cadena de ferreterías y eso le aseguraría a su hija un futuro tranquilo y lejano a la pobreza, fantasma que a Ramón lo persiguió gran parte de su vida; Pero bueno, como dice siempre él, a veces se aprende de la manera dura que las cosas no deben ser siempre tal y como deben ser.
El muchacho, novio de su hija, fue descubierto abusando de sus primos, dos chiquitos de tan solo ocho y diez años. Su hija estuvo desvastada, el amor puro se transformó en algo estúpido porque ella se sentía una estúpida. Y el rigor del pueblo, él hecho de casarse y tener hijos, se transformó en un peso perverso, además de la vergüenza que la atacaba día a día cuando manejaba su auto a la cafetería del centro para servir café y tostadas a ojos que la miraban con lástima y rechazo. De su ex novio ya no había mucho que decir, Ramón quería que pague, el siempre quería que paguen, y pagó; el padre de los dos chicos era el comisario del pueblo en ese entonces así que la peor tortura se le vino encima enseguida. Dos meses en la cárcel del estado fueron suficientes para que lo encontraran colgado en su celda, con el tabique roto y un puñal clavado en su entrepierna. La carátula decía “víctima de revuelta de pandillas”. Y es que el comisario era además un hombre de contactos, muy querido y respetado por las autoridades mayores. Todos en el pueblo lo recuerdan bien, siempre cargando su cuarenta y cinco en lugar de su arma reglamentaria, un hombre que jamás creyó ser un servidor de la ley, si no la ley misma.
Y así se fue su hija, encontró refugio en la universidad y al recibirse de mecánica dental se largó para no pisar el pueblo nunca más. Ramón habla con ella ocasionalmente para asegurarse que esté bien, aunque sabe que su hija es una muchacha fuerte, no solo una sobreviviente, si no también una experta en el uso de armas y rifles de asalto y en técnicas de defensa personal que Ramón mismo le había enseñado; “Si alguien irrumpe en tu casa dispara sin problemas, siempre es defensa legítima, Si alguien quiere propasarte con tigo no dudes en quebrarle algún hueso ni bien tengas la opción, el cuerpo está repleto de huesos y te enseñé como quebrar todos y cada uno de ellos”.

Ramón aparta su mirada del rifle, vuelve a entrar y se sienta a ver la televisión siempre encendida; La guerra prosigue sin problemas, con pocas bajas y muchos enemigos muertos, los famosos muestran sus casas enormes y lujosas, un documental muestra como los asesinos seriales son descubiertos gracias a la tecnología del ADN y el canal porno muestra a una adolescente masturbando dos penes y gozando de una doble penetración.
Ramón carga su rifle SNIPER, lo apunta a la televisión, luego lo da vuelta y sus pupilas se levantan mientras que detrás de él sus sesos vuelan hasta dar con su pared, sus cuadros, su suelo, su techo y su mesa, ubicada detrás de su sillón.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Trópico

Era el último trago y miraba. A través de la ventana el movimiento se empezaba a apaciguar gradualmente y los dolores del pasado se posaban levemente sobre su pecho. Las condenas se teatralizaban pequeñas en los bordes brillantes del vaso, al que él miraba intermitentemente. Actores del imaginario del recuerdo, repitiendo sus actos en espacios diminutos, pinceladas violentas de aquellos tantos días que formaron su imagen en el espejo, que intentaron digerirlo en sus infiernos. Era el último trago, la última vez en esa morada.
Paso a paso, latido a latido, en el irrelevante escenario alguna vez concebido, con todos sus actores desaparecidos, suelta el vaso y empuña el camino.

Vértices Carnívoros

Ganado
Apretado
Necesita
Molestar

Enfila
A paso firme
Fuertemente
Atravesado.

Entretenido
Deja pasar

En esta aldea
Se come carne
Y no
Vegetal.

Bien inquietos
Por la forma

Ignorando
El contenido

Existencia
Consecuente
Al espejo
Mediante

Mega fiestas
Proyectivos
Dura pena
Digeridos

Entretenidos
En el perpetuo circular

En esta aldea
Se come carne,
Y no Vegetal.