martes, 26 de enero de 2010

Paraíso Tóxico: Hombre Buscado (1 y 2)

1


Unas botas de cuero negro son iluminadas por las luces de la cabina. En medio del desierto alguien hace una llamada. Detrás de la barba sucia, los labios empiezan a moverse, dejando ver unos dientes blancos y perfectos.
- No, todavía nada, viajé con unos tipos muy peculiares, ahora estoy en el kilómetro ochocientos noventa, se los ve por todos lados, pero no hay mucha camaradería. Nadie se paró. Quise hablar con uno de ellos hace un rato en la estación, pero empiezo a creer que estos hijos de puta tienen más ojo de lo que parece.
- Bueno, bueno, cuando tengas más novedades, llama. Revisa los escritos que te di, no te pago para que vagues por ahí sin hacer nada. Tengo que irme Calavera.
- Bien, bien, déjeme todo a cargo, ya les voy a sacar algo es estos tipos.
- Ok, ok, me voy
- Bueno.
Calavera sale de la cabina y se mete en el cuarto del hotel, se sienta en la cama, saca unos escritos fotocopiados de una carpeta y se pone a hojearlos.

“Pantallas cachondas, perversas y paranoicas. Productos brillantes, creados por la peor calaña. El idiota se alimenta, pero las vibraciones de los radares jamás destruirán la toxicidad. En este pantano de perdición, en esta tierra dominada por animales astutos, el rey; Único y verdadero va a caminar nuevamente por la ciudad. Que el idiota, culpable de su irresponsabilidad, camine estúpido y mirando hacia adentro. Lentamente la cruz cae y cae sobre la ciudad. El rey y sus piernas de metal lo van a pisar, a aplastar y a reventar.
El sol cae en la mirada plateada de Jesús y su cuerpo de cuero no deja de brillar.”

Calavera mira hacia arriba, el ventilador gira lento. Da vuelta la página y vuelve a la lectura. Pasan las horas y parece no encontrar nada nuevo.

Claro, esto debe ser del atentado a Martelli. Dieciocho puñaladas a la salida del canal. Tanta seguridad alrededor y no usaron un arma de fuego. Y la cruz de malta dibujada con sangre. Increíble, increíble. Mejor mañana salgo para la ciudad, sigo con esto y no saco nada. La historia se escribe luego de que sucedió y no hay señales. Me pregunto si rojo o vaquero habrán conseguido alguna buena información.

Calavera cae muerto en la cama, y las vibraciones siguen alterando el suelo, demasiadas motos se dirigen a la ciudad a velocidades altas y sin parar.








2

Y otra vez en el camino, Calavera vuelve a la lectura, toma cerveza en un saloon y lee otro de los tantos escritos encontrados:


Paraíso Tóxico: Jesús, el rey y las advertencias del primer encuentro

Se había dado cuenta esa tarde, mientras que en sus oídos se escuchaban historias viejas y de rigor, y mientras una chica miraba con deseo sus pantalones apretados y sus botas negras. El esclavo y el amo, y al final todo se da vuelta. La libertad nuevamente no existe, y parece que esta vez le importa. Detrás de ese telón hay otro, y seguro detrás de ese hay muchos más. Hormigas pequeñas en enormes trajes metálicos, ese fue el concepto que lo insertó con comodidad en la sociedad, y moviendo hilos se sintió el rey de un deposito de tornillos, engranes y maquinas. Y todo se volvió predecible y creíble, como si Jesús apareciera todas las mañanas frente a la cama del creyente, sangrando y manchando el piso, diciéndole que ahí está y que puede creer en él. Y el placer inmediato no es problema, pero el pedestal de tornillos se desmorona mientras que tranquilamente la imagen de Jesús podría evaporarse hasta desaparecer para no volver.
Y la paranoia lo carcome, y quiere borrar y eliminar, y quiere también matar. Pero la desesperación no supera, y la chica le mira las botas y luego lo mira a los ojos. Y él empieza a pensar que ella lo mira con desprecio, porque para ella él no es más que una verdad vieja e impúdica. Su humanidad oculta entre sus investiduras, estas que atraen como un imán todo lo que implican. Hormigas pequeñas en enormes trajes de metal, la historia de un mundo, de una sociedad, de una verdad, y solo la historia de un hombre.
El rey mira por la ventana y jamás se sacará la corona. El rey se da cuenta de lo obvio de su prisión. Y el rey no es humano, él odia a la humanidad porque para él no existe. Y si existiera, simplemente no debería hacerlo.
Y los bares lo llaman, parece que algo más interesante aparece. Dejando atrás las miradas, una cruz de malta brilla y nuevas emociones recorren su cuerpo. La toxicidad, bendita, recorre sus venas. Y el bien, y el mal, y la fuerza y la debilidad. Tanto que aprender, tanto camino por recorrer.

Se queda pensante. Le gusta lo que lee pero no le sirve. – Nada ¡Nada! – se repite a si mismo mientras busca billetes en su bolsillo.

Y Calavera se abre paso ante las puertas del saloon y un telón se cierra.