lunes, 24 de octubre de 2011

Hell Structure

Por último me dijo que se iba de gira el fin de semana, tenía una botella de whisky, quinientos pesos y dos gotas de ácido. “Me voy a despejar, a reventar” me dijo y se despidió con un abrazo. Le deseé que pase un buen rato y cerré la puerta.
El departamento es chico, un ambiente con baño, una laptop que conecto ocasionalmente a internet y que tiene pegada una calcomanía negra en el visor de la cámara. Una vez que terminé la última botella de whisky no compré más, tengo apenas un porrón de cerveza negra, que no me gusta, en la heladera. Y la televisión es el único sedante al que decidí apelar, pero logra el efecto contrario, me irrita y me da asco cada vez.
Fueron ciertos sucesos, fue también como fui formado y educado y siempre hay lugar en estos momentos de auge de la nueva era, para pensar que cargo alguna obsesión o karma de alguna aventura anterior a mi vida actual. Pero si hay algo que es cierto y verificable es esta vida y por ende prefiero apelar, con ánimos de comprender y solucionar, a los hechos de esta vida.
La fobia no es producto de la realidad mediática en mi caso, aunque bien ayuda, puesto que descubrí que, al igual que cualquiera que esté leyendo estas palabras seguramente, estoy profundamente atravesado por ella como institución punitiva y creadora de realidad.
El aislamiento concreto es una condición sedante que se fue acentuando y que culmina una vez más, cuando ninguna bebida, ningún cartón y ningún polvo pueden sedarme y aislarme lo suficiente como para caminar como libre por los callejones, geográficamente limitados, que me propician la rutina y las actividades. Aun me levanto temprano a la mañana y trago saliva, preparo el personaje que pende de un hilo, y camino. Mientras lo hago soy consciente de que estoy bajo una constante amenaza, que reside dentro de mí y que araña las paredes del autocontrol, para salir y provocar daño vindicativo.
Este camino de relación preventiva para con los demás se formó en algún momento que aún no logro identificar del todo, a lo sumo identifico momentos en los que decidí reforzarla, como si mi cuerpo, mi mente y mi alma adquirieran la conciencia del estado gendarme, que controla hasta las últimas consecuencias para prevenir supuestas situaciones de riesgo, dando a cambio la posibilidad de ser libre. Y que los ritos de sedación hagan el resto.
No hay nada que hablar entonces, cuando la situación se pone dura, el automatismo de esta estructura se fue de las manos y actúa independiente como una máquina, los demás en su condición de meras figuras circundantes no podrán de golpe recibir una avalancha de inquietudes, dolores, molestias, odios y reflexiones, porque no se puede decir en una noche de cervezas, en un bar de jueves a la noche, lo que no se comunicó en años por haber elegido este camino de relación preventiva.
Es claro, estudiando el orden de ésta estructura preventiva, que un gran disparador del conflicto es el canal abierto de pasiones que desencadenan el enamoramiento y el amor, que son cosas que por más sucesivas que puedan ser, son diferentes. La estructura preventiva ya compleja gracias a sus años de funcionamiento casi ininterrumpido, tiende a colapsar y a buscar vías que en el peor de los casos suelen poner en riesgo la vida del sujeto que la padece y de los individuos que lo circundan, que dejan de ser plenamente individuos para transformarse en posibles víctimas o hasta victimarios de las salidas urgentes de una mente en plena crisis, que apelará a medidas mucho más duras y reaccionarias para mantenerse.
No hay lugar para la sinceridad ni para el amor, son simplemente la destrucción y la autodestrucción los valores que prevalecen, dando lugar a una forma de existencia.
Miro por la ventana los autos pasar, el amanecer se acerca y sé que es muy posible que hoy no esté capacitado para contemplar su belleza. Doy un trago al café caliente y deseo salir de este lugar, y recordando me agarro la cabeza y me largo a llorar. Luego tomo mis cosas, seco mis lágrimas y tragando saliva, me echo a caminar.