domingo, 12 de septiembre de 2010

Caballo de hierro/ Cápsula súper sport

Su brazo era un falo dorado, repleto de heridas. Por encima del codo se asomaba la frase: “Caballo de hierro”. El pelo largo se movía con las ondas del viento, mientras manejaba un súper sport negro destartalado. Corría sin problemas, con la guantera repleta de dinero. Y detrás de sus anteojos plateados él se veía a si mismo, y tranquilamente seguía acelerando.
- Lo se muy bien – se repetía entre dientes, mientras que eructaba, vaciando su panza hinchada de gas de cerveza. El vivía en una casa de suburbio, absolutamente solo ya, levantando su cuerpo cada mañana y saliendo a escena como un todo poderoso que podía ver sin tocar porque ya nada necesitaba. También bajaba su mirada para sus adentros, cuando viajaba a comprender que estar solo era un eterno funeral de ciertos deseos, un ritual autocompasivo donde se dejaba el sudor y las lágrimas, que pocas veces salían de sus ojos, cayendo siempre sobre un ataúd abierto que él observaba de reojo desde un pedestal brillante, bien alto y bien duro.
Y levantaba el brazo hasta apoyar su mano en el marco de la puerta del auto, mientras el viento seguía entrando con fuerza. Y por la ruta siempre había algún bar, donde las motos descansaban afuera y las mujeres mostraban su cuerpo semidesnudo adentro. Y en su cabeza recordaba los días de colegio, con las profesoras vestidas con cuero y consoladores, y las alumnas sin nada más que una camisa, una minifalda y un culo desnudo.
Y caballo de hierro brindó una vez mas, luciendo sus dientes amarillos en el espejo, y caballo de hierro sentía a su pene erectarse por entre el pantalón y hacia los cielos. Y la chatarra metálica se apretó duramente contra la pared de concreto. Y con su último respiro – Lo se muy bien – Pronunció Caballo de hierro.