domingo, 30 de agosto de 2009

Carta del Alquimista

En una ciudad de los suburbios, donde el peligro es noticia y el miedo gobierna, habrá una verdadera conmoción. Un acto fuera de lo común sacará a los innumerables y pobres propietarios miedosos de su mismo lugar. Un acto benigno como maligno desfasará los valores establecidos por un rato, generando locura y luego depresión. Y es que cuando un alquimista social mezcla lo bueno y lo malo tan a la perfección, la idiotez estalla y se destroza en mil pedazos. Pobres de los egos infelices y útiles que vagan por la tierra en una cinta, encorvando su espalda ante los valores mezquinos y convenientes. Pobres los que apuntan con miedo hacia la normalidad, tomando la estructura y disparando hacia todo aquello que no soportan. Pobres de esos conformadores de una sociedad de hormigas que hacen todo por cumplimiento o por rebeldía alimentando un ego que les pudre y paraliza las mentes. Pobres de todos y cada uno que por llevar a cuestas la honorable carga del verdadero camino fácil ignoran las verdades que trascienden la estupidez material del ego, que envuelve la mierda en hermosos paquetes, transformándola en apetecible y codiciada, deprimiendo los verdaderos deseos, tapados y sofocados durante siglos y siglos por toneladas y toneladas de esa mierda y generando una frustración incomprensible que acaba derivando en actos de abuso constantes que a su vez son protegidos por el sadismo y la perversión de la misma estructura social que los genera. Pobres de todos ellos, pues el alquimista ha nacido y con él una nueva era destruirá toda esta montaña de estupidez. Y solo aquellos que con sinceridad, agallas y nobleza hayan trascendido las pautas sociales y mundiales podrán sobrevivir.

“La oscuridad llegará para brindarnos una luz verdadera a los que deseamos verla. Y la libertad será la única meta.”

El alquimista